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Apenas quedan recuerdos de infancia al Machado adulto, y escasos son los
que conserva de Sevilla. Parece que su infancia le resultó monótona,
ajena al valor del tiempo, a la angustia del tiempo, que después pretendió recobrar.
Quizá no lo busca, pero el niño sevillano tropieza con un vacío
que le enseña a meditar y a reflexionar, forjando ese típico
carácter tan suyo, propenso a la observación meticulosa, pero
también al distanciamiento:
Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar,
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.
Machado también recuerda su adolescencia
como una madurez prematura, solitaria, un tiempo ido que no puede recobrar. |
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Lo expresará en Galerías:
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor,
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¿Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar? |
FRAGMENTO DE UN POEMA DEDICADO A SU ESPOSA.
"Allá en las altas tierras
por donde traza el Duero
su curva ballesta
y en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo, azul y blanco, dame
Tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
Bordados de olivares polvorientos,
Voy caminando solo,
Triste, cansado, pensativo y viejo. |
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